Lenguaje simbólico

El lenguaje simbólico en la Tradición cristiana

El lenguaje simbólico es una forma de comunicación que utiliza imágenes, objetos, y acciones para representar ideas y conceptos profundos, especialmente en contextos espirituales y religiosos.

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Aprende más sobre La Perla con este artículo

Características del lenguaje simbólico

El símbolo de la perla y María

Entre los más famosos himnos de Efrén hay un pequeño grupo de 5 «sobre la Perla» que se encuentran al final de los «himnos sobre la fe».

La perla y la plaza de oro se encuentran, en la imagen, en una patena

En estos himnos, Efrén usa la imagen de una perla. Es como si tomara una perla en sus manos y la girara y girara contemplándola y esto será su punto de partida para una amplia serie de meditaciones sobre el misterio de la Encarnación.

La perla asume connotaciones particularmente ricas por los autores siriacos, gracias a la mitología que se ha desarrollado en torno a la génesis de la perla. El nacimiento de la perla tiene lugar cuando un rayo golpea a un molusco en el mar; a causa de esta conjunción de dos elementos dispares, fuego y agua, el molusco se abre y nace la perla, «una piedra preciosa nacida de la carne» (es decir, del molusco). Las posibles analogías con la Encarnación son obvias.

La Perla como símbolo de Cristo

La perla es ahora un símbolo muy apropiado para Cristo. El nacimiento de la perla milagrosamente de dos elementos dispares (el rayo y el mar), corresponde al nacimiento de Cristo de María y del Espíritu Santo; la perla que es elevada del fondo del mar para tomar su puesto de honor en una corona real encuentra un doble paralelismo en la subida de Cristo del Jordán y en la subida del Sheol. Y las otras piedras preciosas que acompañan a la perla en la corona somos los hombres que hemos sido dignificados en la ascensión de Cristo al reino de los cielos después de la Pascua. Cristo se levanta con toda la humanidad incorporada.

La Virgen y el Bautismo

La Virgen, madre de la perla, será el molusco, que concibe en la carne (es decir, en el mar), y no de la carne (sino del fuego, es decir, de la divinidad).

En la estrofa 10 tenemos un juego de palabras difíciles de traducir a las lenguas latinas entre buzo (amoda) y bautizado (amida). La acción de tirarse al mar para buscar la perla es la misma escena que la del bautizado que es sumergido en la pila bautismal. Este se despoja de sus viejas vestiduras, se unge, y se tira en el agua y encuentra la Perla, su nueva dignidad.

La perla y la Pasión de Cristo

El poema concluye con una nota de extraordinaria finura. Así como la perla es traspasada como paso previo para su engaste como joya de honor en la corona, haciendo alusión al trabajo que tiene que hacer el joyero sobre la perla para poder engastarla en una corona real; así Cristo, es traspasado y sufre, como paso previo a su elevación, haciendo alusión a su pasión, muerte y resurrección.

La perla en la Tradición cristiana

La figura de la perla no solamente gozaba y goza de popularidad en la Iglesia Oriental, también en la Occidental, y así la podemos encontrar en las famosas puertas de madera de la basílica de Santa Sabina en Roma.

Desde la perla nos acercamos a la plaza de oro. En Ap 21 cuando se describe la Jerusalén celeste, circundada de una muralla grande y elevada que tenía doce puertas, el autor empieza a describir varios detalles de cómo está compuesta, los materiales utilizados, etc. Entre ellos se dice en el versículo 21-22: “Y las doce puertas son doce perlas, cada una de las puertas hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro como vidrio translúcido. Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero”.

Aquí se hace referencia a la puerta que es una perla y la plaza compuesta de oro puro como vidrio translucido. A la Jerusalén celeste se entra por la perla, símbolo de Cristo. Cristo encarnándose ha hecho de su divino-humanidad la morada del hombre, lo ha revestido de él. Se ha convertido en su santuario, ya no hace falta templo, ni sacrificios ni ofrendas, sino que has preparado un cuerpo para mí.

La liturgia y la perla

En este diálogo “Tú en mí y yo en ti” se entra en la Jerusalén celeste donde la plaza es de oro, símbolo de la gloria de Dios. En la plaza está el Cordero, de pie, inmolado, que ha pasado por el triduo Pascual. Este Cordero es la luz de la ciudad, de hecho, en el versículo 23 se describe: “Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero”.

Esto mismo sucede en la liturgia, en el ascenso y descenso al Reino, nuestro propio mundo, pero transfigurado en Cristo. La perla y la plaza de oro se encuentran, en la imagen, en una patena. Después de la invocación del Cordero de Dios el sacerdote, levantando la patena, presenta el Cordero inmolado en medio de la plaza de oro, diciendo: “Este es el Cordero de Dios, bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”. Lo que sigue es el banquete nupcial, la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo que viene a poner su morada sacramental en cada uno de nosotros.