El Amor como Mandamiento Principal


XXXI Domingo TO, Ciclo B (Mc 12,28-34)

El Mandamiento Principal

Es un pasaje “no trampa” ya que ahora no hay enfrentamiento entre Jesús y los escribas.
El centro de este pasaje es el amor. Como los judíos tienen 613 mandamientos —de los cuales 249 son preceptos y 364 son prohibiciones—, quieren saber cuál es el mandamiento más importante.
Jesús responde con una cita del Deuteronomio y dice que la primera palabra del primer mandamiento es: ESCUCHA. La primera acción es no hacer nada, sólo escuchar… esto es más pasivo que activo. Acoger la palabra, y esta es la que dará fruto. No soy yo el que comienzo haciendo cosas; es Él quien comienza a decir una palabra que tiene que ser escuchada.


Escuchar al Señor

¿Qué quiere decir escuchar al Señor? Que Dios se da a sí mismo en una palabra que da vida, escuchar todo lo que Él ha hecho por nosotros porque nos ama. Ese amor comienza en que Él nos ha amado primero, como dirá después Juan en su carta (1Jn 4,10).
La escucha de este texto del evangelio de Marcos nos conecta con otra escucha que sucedió al principio de los tiempos: Adán escuchó a Yavhé y se escondió. Adán dio escucha al espíritu del mal representado en la serpiente, y se formó una imagen de Dios juez, vengador y celoso de sus cosas, nada más lejos de la realidad de Dios.


El Amor en su Totalidad

Jesús invita al hombre a escuchar el amor que le tiene. Jesús mismo dirá que nos ha amado con el mismo amor con que Dios le ama a Él.
El mandamiento que dice Jesús nos habla de un amor en totalidad, una totalidad que cubre cuatro dimensiones: el corazón que es el centro, el alma que es la psique y la energía de vivir, la mente que es la inteligencia —porque el amor no es ciego—, y el ser que es la totalidad porque el amor engloba todo el ser de la persona; no queda nada fuera.
Pero solo podemos amar en totalidad cuando hemos acogido el amor que Dios nos tiene en totalidad. Lo que acogemos es una persona, la de Jesús, y lo acogemos escuchando su palabra. Así, Jesús nos va transformando poco a poco por dentro y nos capacita para amar del mismo modo.


El Amor como Relación

En esta forma de amar, Jesús une: el amor a Dios, el amor a los hombres y el amor a uno mismo. El amor a Dios se conjuga en el amor a los hermanos y a uno mismo. Jesús nos presenta el amor como una relación con Dios, con los hombres y con uno mismo.
La relación con Dios es la filiación: sentirnos y vivirnos como hijos que sabemos que todo nos es dado. La relación con los hombres es hacernos hermanos, la fraternidad. El amor a uno mismo es reconocer que en nuestro interior está el Espíritu que nos habita, como dice Pablo a los Romanos (Rm 8,11). Es por eso que solo si me amo puedo amar a Dios y a los hombres, y vivirme como hijo y hermano.


La Permanencia del Amor

Jesús usa el futuro porque el amor es la única realidad que es presente y futuro, que no se acaba nunca y que cada día crece más. Todas las demás realidades son caducas. Solo lo que está dentro del amor permanece en el tiempo.


El Amor como Centro del Evangelio

En el texto se duplica la narración del mandamiento; es el centro del evangelio: el amor como donación, un amor que comienza en acoger el amor que el Padre nos tiene.
Jesús está afirmando que la fe cristiana no es una religión, sino que es una relación. Es decir, el cristianismo es un hecho místico profundo para todos los hombres. Místico entendiendo que nos lleva a una realidad que nos sobrepasa y nos introduce en la relación de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu.


El Misterio del Amor y la Cruz

Nos sigue sorprendiendo que Jesús nos mande que amemos. Jesús nunca nos dejará de sorprender.
Jesús termina diciendo que el escriba está cerca del Reino, pero que todavía le falta, y nadie se atrevió a seguir preguntando. Pero para entrar en el Reino hay que seguir interrogando por el amor, y así descubrir más sobre el amor. Porque nos falta entender el misterio de la cruz: la cruz es la expresión plena del amor del Padre por la humanidad y del amor entre los hombres. AMÉN.