Amor Verdadero, del Poder a la Entrega
XXXII Domingo TO, Ciclo B (Mc 12,38-44)
Contraste entre el Poder y la Autenticidad en el Evangelio de Marcos
Estamos en el evangelio de Marcos, en la última etapa de la vida pública de Jesús. Después vendrán los discursos escatológicos y, a continuación, la narración de la Pasión.
El texto nos muestra un contraste entre el estilo de ser, vivir y relacionarse de los escribas y el de una viuda. El primero (los escribas) es desde la apariencia y el poder; el segundo (la viuda), desde la autenticidad y la pobreza. Entre estos dos modos hay un continuo.
Los Escribas: Apariencia y Poder
Se va describiendo y definiendo poco a poco cada uno de estos personajes.
Los amplios ropajes, las reverencias y los puestos de honor caracterizan la vida de los fariseos. Se refiere al hombre que construye su yo y su personalidad por lo que los demás piensan y dicen de él: es quien vive de apariencias.
Los primeros puestos nos reenvían a relaciones de poder sobre los demás; es un modo de relación que lleva a los fariseos a devorar los bienes de las viudas, y así generan relaciones en las que uno se aprovecha de los desprotegidos y de los vulnerables que les rodean (como eran las viudas de ese tiempo). Son quienes provocan relaciones asimétricas para poder aprovecharse de los demás, incapaces de empatizar; tienen un yo tan frágil e inseguro que buscan el halago continuo y no tienen reparo en utilizar a las personas que les rodean.
Lo más dramático de este tipo de relaciones es que se les da una apariencia de bondad, virtud y piedad. Dice el evangelio que aparentaban hacer largas oraciones. El Señor habla duro de este estilo de vivir. Es el hombre de relaciones individuales, incapaz de generar comunión ni de vivir en conexión con los demás, especialmente con los más frágiles, sencillos y necesitados. Es la persona que busca juntarse con quienes le pueden dar prestigio y dominio sobre los demás.
San Jerónimo dice que estas personas en el fondo son las que no tienen la condición para poseer de verdad algo.
La Viuda: Autenticidad y Pobreza
Frente a este tipo de relaciones, está la viuda, quien en la época de Jesús es el prototipo de la persona vulnerable, la que ha perdido a quien podía darle una presencia social y la capacidad de mantenerse. Era pobre de verdad y quedaba a merced de los depredadores, muy fácil de manipular y aprovecharse de ella.
El evangelio dice que Jesús, sentado frente al templo, observa. Podríamos decir que es como que se está viendo reflejado en el otro. Esta viuda está haciendo de espejo a Jesús, ya que Él se reconoce en esta viuda. Él, como ella, da todo lo que tiene para vivir, da su propia vida para que otros puedan vivir.
La viuda, con dos monedas, no pensaba ganar nada, pero sí se preparaba para recibir algo. Las dos monedas entregadas al templo no son para comprar nada; representan la actitud de quien se acerca con humildad y corazón abierto para recibir y acoger amor. Nos recuerda el Cantar de los Cantares 8,7: «Si alguien ofreciera su patrimonio a cambio de amor se cubriría de vergüenza». El amor, dice San Juan Crisóstomo, no se compara con dinero sino con intención y voluntad que se manifiestan en estas pocas monedas.
La Viuda y el Mandamiento del Amor
Leímos hace unos días en el evangelio de Marcos que Jesús había proclamado los principales mandamientos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que estos».
Los fariseos y los ricos, con sus largas oraciones y con sus abundantes limosnas, se saltaban estrepitosamente estos mandamientos… pero esta pobre viuda, en su sencillez, los hacía vida.
La escena de la viuda echando dos moneditas, que era todo lo que tenía y, por lo tanto, era toda su vida, es el símbolo del ofertorio en la Eucaristía. En el ofertorio los cristianos reunidos en la Iglesia le ofrecen al Padre todo lo que tienen: el fruto de la tierra y su trabajo. El fruto de la tierra es un don que el Padre ha entregado a la humanidad, y el trabajo son las relaciones, el sudor y la cultura. Todo se lo ofrecen para que, por la imposición de las manos del sacerdote y las palabras de la consagración, se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo.
La Viuda como Icono de Cristo
En este evangelio la viuda se convierte en un icono de Cristo, imagen del Señor justo antes de entrar en la Pasión. Y en la Pasión el Señor ofrecerá todo lo que tiene para vivir, toda su vida: sus ropas, su cuerpo y hasta a su madre.
Las relaciones basadas en el amor son las que parten del ofrecerse y no del poder y el control.
AMÉN.